El cáncer infantil es un grupo de diversas enfermedades que tienen en común la proliferación incontrolada de células anormales y que pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. A diferencia del cáncer en adultos, el cáncer infantil afecta generalmente a las células del sistema sanguíneo y los tejidos de soporte (mientras que en los adultos suele afectar a las células del epitelio que recubre los distintos órganos).
En la mayoría de los casos, los tumores en niños y adolescentes están formados por células indiferenciadas, lo que permite una mejor respuesta al tratamiento. Las posibilidades de curación, supervivencia y calidad de vida del paciente son mayores cuanto antes se diagnostique el cáncer.
El tratamiento debe realizarse en un centro pediátrico especializado, por un equipo multiprofesional, de forma individualizada para cada tipo histológico específico y de acuerdo con la extensión clínica de la enfermedad.
Con los regímenes terapéuticos actuales, aproximadamente el 80% de los niños pueden curarse.
Tipos de cáncer infantil
Los tumores más frecuentes en la niñez y la adolescencia son:
- Leucemia — es el tipo de cáncer más frecuente en la infancia. Afecta a la médula ósea y a otros órganos fuera de ella, como el sistema nervioso central, los testículos y los ojos;
- Tumor cerebral y del sistema nervioso central — es el segundo tipo más frecuente en niños y representa el 26% de los cánceres infantiles. Hay muchos tipos de tumores cerebrales, con diferente tratamiento y pronóstico; y
- Linfomas que afectan al sistema linfático — suelen afectar a los ganglios linfáticos y los tejidos linfáticos, como las amígdalas o el timo. También pueden afectar a la médula ósea y otros órganos.
- También afectan a niños y adolescentes:
- Neuroblastoma — es un tipo de tumor de las células del sistema nervioso periférico, a menudo localizado en el abdomen. Es responsable de alrededor del 6% de los cánceres infantiles. Este tipo de cáncer se da en lactantes y bebés y es poco frecuente en niños mayores de 10 años;
- Tumor de Wilms — se origina en uno de los riñones y rara vez afecta a ambos órganos. Se diagnostica con mayor frecuencia en niños de 3 a 4 años. Representa el 5% de los cánceres infantiles;
- Retinoblastoma — tumor que afecta a la retina, es decir, a la parte posterior del ojo. Representa alrededor del 2% de los cánceres infantiles. Suele aparecer en niños en torno a los 2 años y rara vez se diagnostica después de los 6 años. Cuando se ilumina el ojo de un niño, es normal que la pupila se vea roja debido a la sangre en los vasos de la parte posterior del ojo. En el ojo con retinoblastoma, la pupila tiene un aspecto blanco o rosado. Este brillo blanco del ojo suele apreciarse en las fotos tomadas con flash;
- Tumor germinal — se produce en las células que dan lugar a los ovarios y los testículos;
- Tumor óseo — los dos tipos principales son el osteosarcoma y el sarcoma de Ewing. El osteosarcoma se desarrolla en zonas donde crece el hueso, como los huesos largos de las piernas o los brazos. El tumor de Ewing puede afectar a huesos, músculos o cartílagos; y
- Rabdomiosarcoma — comienza en las células que normalmente se desarrollan en los músculos esqueléticos, que participan en el movimiento del cuerpo. Puede aparecer en la cabeza y el cuello, la ingle, el abdomen, la pelvis o las extremidades (brazos o piernas). Representa alrededor del 3% de los cánceres infantiles.
Síntomas y signos del cáncer infantil
La mayoría de las veces, los síntomas están relacionados con enfermedades comunes de la infancia, lo que refuerza la importancia de visitar al pediatra para vigilar la salud de los niños.
Los principales signos de alerta del cáncer infantil son:
- Palidez;
- Hematomas o sangrado sin motivo aparente;
- Dolor óseo;
- Bultos o protuberancias sin traumatismo;
- Pérdida de peso inexplicable;
- Fiebre;
- Tos persistente o dificultad para respirar;
- Sudores nocturnos;
- Alteraciones oculares (pupila blanca, estrabismo de reciente aparición, pérdida visual, hematomas o hinchazón alrededor de los ojos);
- Distensión abdominal;
- Dolores de cabeza asociados a vómitos (especialmente por la mañana o que empeoran en el transcurso de unos días);
- Dolor en las extremidades;
- Fatiga, letargo o cambios de comportamiento; y
- Mareos, pérdida del equilibrio o de la coordinación.
Diagnóstico del cáncer infantil
Los cánceres infantiles son poco frecuentes y no existen pruebas de cribado recomendadas para detectar la enfermedad en niños que no presentan un riesgo elevado. Los niños que tienen más probabilidades de desarrollar un tipo específico de cáncer debido a ciertas alteraciones genéticas heredadas de uno de sus progenitores pueden necesitar exploraciones médicas cuidadosas y periódicas.
Ante la sospecha de cáncer en niños o adolescentes, un estudio de imagen orienta el procedimiento inicial a realizar en tumores sólidos. En algunos casos, es posible un abordaje quirúrgico para la resección completa del tumor. Cuando esto no sea posible, se realizará una biopsia para obtener un diagnóstico histopatológico y poder iniciar el tratamiento quimioterápico; la resección del tumor tendrá lugar en una fase posterior. El objetivo es siempre evitar una intervención quirúrgica que cause demasiados daños al paciente.
Tratamiento
El tratamiento de los tumores en niños y adolescentes comprende tres modalidades terapéuticas: cirugía, quimioterapia y radioterapia. A cada paciente se le indicará un tratamiento individualizado, según el tumor diagnosticado y la extensión de la enfermedad.
Los niños con cáncer tienen necesidades especiales que pueden atenderse mejor en centros especializados en cáncer infantil. El tratamiento implica un equipo multidisciplinar que debe incluir: pediatras (oncólogos, cirujanos, cardiólogos, nefrólogos, endocrinólogos, oftalmólogos, gastroenterólogos), radiooncólogos, enfermeros pediátricos, psicólogos, trabajadores sociales, nutricionistas, fisioterapeutas, dermatólogos, ortopedistas, neurólogos, neurocirujanos, dentistas y terapeutas ocupacionales.
Prevención
La niñez y la adolescencia son periodos críticos del desarrollo. Además de formar hábitos de vida, la exposición a factores ambientales puede afectar a la estructura o función de órganos o tejidos, poniendo en peligro la salud adulta.
En este sentido, es fundamental la prevención de tumores en la niñez y la adolescencia, así como la orientación sobre los factores de riesgo de cáncer conocidos relacionados con la exposición a largo plazo, como la falta de ejercicio físico regular, una dieta inadecuada, la exposición a radiaciones ultravioletas (rayos UVA y UVB del sol) sin protección, el consumo de tabaco y alcohol, la no vacunación contra agentes infecciosos (como la hepatitis B y el VPH) y las relaciones sexuales sin uso de preservativo.